En la historia económica del siglo XX, hay un capítulo que resuena con especial intensidad: el crac del 29 y sus ondas expansivas a lo largo de las décadas siguientes. Para adentrarnos en este fascinante laberinto de decisiones trascendentales y ramificaciones globales, no hay mejor libro que la obra maestra de Liaquat Ahamed, "Los Señores de las Finanzas: Los cuatro hombre que arruinaron el mundo".

Publicada en 2009, esta obra recibió el Premio Pulitzer en 2010, destacando su calidad y su impacto en la compresión de eventos cruciales en la historia económica mundial.

Ahamed nos sumerge en las decisiones fundamentales forjadas por los líderes financieros de la época: Benjamin Strong, presidente de la Reserva Federal de Nueva York; Montagu Norman, presidente del Banco de Inglaterra; Emile Moreau, presidente de la Banque de France; y Hjalmar Schacht del Reichsbank alemán. Cuyas decisiones, en el convulso periodo de entreguerras, desencadenaron una sucesión de eventos que dejaron una marca indeleble en las décadas por venir. 

El núcleo narrativo se enraíza en la crisis del patrón oro, un sistema que, antes de la Primera Guerra Mundial, había tejido un red que conectaba el valor de las monedas a una cantidad específica de oro, facilitando el comercio y el crecimiento económico de 59 naciones. Sin embargo, las secuelas del conflicto bélico alteraron esta estabilidad, generando desequilibrios económico notables.

A través del libro, Liaquat nos describe todos los acontecimientos económicos tras la I Guerra Mundial, desde las indemnizaciones a Alemania hasta su hiperinflación, los felices años veinte, etc. Que desembocaron en la crisis más importante del sistema económico mundial: una crisis formada por 4 episodios consecutivos que se retroalimentaron. la contracción de la economía alemana que se inició en 1929, el gran Crac de Wall Street en 1929, la cadena de pánicos bancarios sufridos por EEUU a partir de finales de 1930 y la desintegración de las finanzas europeas de 1931.

El autor intenta concienciarnos y enseñarnos varios temas económicos del periodo entre la I y la II Guerra Mundial.


Para empezar, uno de los temas que más trata el autor a través del libro es el patrón oro. Nos hace reflexionar sobre su viabilidad o no a través de varios hechos puntuales y de las reflexiones de varios economistas y banqueros. A esto se suman las reflexiones de Keynes, que muestra su apatía por el patrón oro y va demostrando su testimonio a través de hechos, aunque él se mantenga un poco aparte de todo este malestar económico.


Liaquat también intenta mostrarnos como la inflación y la deflación pueden ser muy dañinas para la economía, tal y como nos muestra en la hiperinflación alemana de 1923 o la deflación estadounidense bajo el gobierno del presidente Hoover. Aunque exponga las soluciones que tomaron cada presidente para salir de estas situaciones, hay que tener en cuenta que no son siempre las mismas soluciones y varían según muchos factores.


Otro tema a tratar ha sido el crack del 29. Como nos muestra Liaquat, el mercado se basaba prácticamente en la especulación en Estados Unidos, donde las clases medias y bajas invertían en bolsa, con un amplio conocimiento del mercado. A esto no ayudó que en la única reunión de los 4 grandes banqueros se acordara . rebajar artificialmente los tipos de interés para afianzar la libra. Eso alimentó la burbuja bursátil y desembocó en el crac de 1929. Debido a la alta tasa de endeudamiento y a la no devolución de préstamos, se provocó la quiebra de muchos bancos, y a su vez, la quiebra de empresas al faltar la financiación. Esta falta de liquidez afectó al consumo y redujo la producción.


Ahamed también nos introduce en su libro los esfuerzos de los 4 banqueros para «reconstruir el sistema financiero internacional» tras la guerra y describe cómo, durante un breve período de mediados de la década de los veinte, pareció que lograban su objetivo: las monedas eran estables, el capital empezó a circular libremente por el mundo y resurgió el crecimiento económico. Sin embargo, bajo la superficie del rápido desarrollo empezaron a aparecer grietas y , el patrón oro, que todos habían creído que actuaría como paraguas de la estabilidad, resultó ser una camisa de fuerza, hasta el punto de que, poco a poco, siendo Estados Unidos el último país y con Franklin D. Roosevelt en la Casa Blanca, abandonaron el patrón oro como faro macroeconómico.